martes, 23 de febrero de 2010


EL 23 de FEBRERO DE 1925 ALFONSINA STORNI PUBLICA EN ARGENTINA "OCRE".

La Biografía de Alfonsina Storni es realmente interesante, a continuación aparecen algunos fragmentos pero muy recomendable conocerla mejor.

Hija de un industrial cervecero y cantón italiano del Tesino, Suiza. En 1891 la familia viajó a Suiza y en 1892, el 22 de mayo, nació, en Sala Capriasca, Alfonsina, la tercera hija del matrimonio Storni. Su padre eligió el nombre. Él era un hombre melancólico y raro. Más tarde le diría, Alfonsina, a su amigo Fermín Estrella Gutiérrez: «me llamaron Alfonsina, que quiere decir dispuesta a todo».

En sus cartas al filólogo español don Julio Cejador, Alfonsina resume algunos momentos de su vida. Refiriéndose a esta época, le dirá: «A los trece años estaba en el teatro. Este salto brusco, hijo de una serie de casualidades, tuvo una gran influencia sobre mi actividad sensorial, pues me puso en contacto con las mejores obras del teatro contemporáneo y clásico (…). Pero casi una niña y pareciendo ya una mujer, la vida se me hizo insoportable. Aquel ambiente me ahogaba. Torcí rumbos…». Luego, en un reportaje de la revista El Hogar, contará que al regresar escribió su primera obra de teatro, Un corazón valiente, de la que no han quedado testimonios.

Cuando volvió a Rosario se encuentra con que su madre se ha casado y vive en Bustinza. La poetisa decide estudiar la carrera de maestra rural en Coronda, y allí recibe su título profesional. Gana un lugar sobresaliente en la comunidad escolar, consigue un puesto de maestra y se vincula a dos revistas literarias, Mundo Rosarino y Monos y Monadas. Allí aparecen sus poemas durante todo ese año y, si bien no hay testimonio de ellos, se sabe de otros publicados al año siguiente en Mundo Argentino, y que tienen resonancias hispánicas.

En 1911 se traslada a Buenos Aires, al año siguiente nace su hijo Alejandro, sin padre conocido. Eso la define como mujer que se enfrenta radicalmente a la sociedad. La inquietud del rosal se publica, a pesar de las penurias económicas, en 1916. Trabaja como cajera en una tienda y en la revista Caras y Caretas. Se relaciona con José Enrique Rodó, Amado Nervo, José Ingenieros y Manuel Ugarte. Con estos dos últimos su amistad es más profunda. Su situación económica mejora. Hace frecuentes viajes a Montevideo, donde conoce a la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou y al que será su gran amigo, el escritor también uruguayo Horacio Quiroga.

Amado Nervo, el poeta mexicano paladín del modernismo junto con Rubén Darío, publica sus poemas también en Mundo Argentino, y esto da una idea de lo que significaría para ella, una muchacha desconocida, de provincia, el haber llegado hasta aquellas páginas. En 1919 Nervo llega a la Argentina como embajador de su país, y frecuenta las mismas reuniones que Alfonsina. Ella le dedica un ejemplar de La inquietud del rosal, y lo llama en su dedicatoria «poeta divino». Vinculada entonces a lo mejor de la vanguardia novecentista, que empezaba a declinar, en el archivo de la Biblioteca Nacional uruguaya, hay cartas al uruguayo José Enrique Rodó, otro de los escritores principales de la época, modernista, autor de Ariel y de Los motivos de Proteo, ambos libros pilares de una interpretación de la cultura americana. El uruguayo escribía, como ella, en Caras y Caretas y era, junto con Julio Herrera y Reissig, el jefe indiscutido del, ese momento, nuevo pensamiento en el Uruguay. Ambos contribuyeron a esclarecer los lineamientos intelectuales americanos a principios de siglo, como lo hizo también Manuel Ugarte, cuya amistad le llegó a Alfonsina junto con la de José Ingenieros.

Su voluntad no la abandona, y sigue escribiendo. En mejores condiciones publica El dulce daño, en 1918. El 18 de abril de 1918 se le ofrece una comida en el restaurante Génova, de la calle Paraná y Corrientes, donde se reunía mensualmente el grupo de Nosotros, y en esa oportunidad se celebra la aparición de El dulce daño. Los oradores son Roberto Giusti y José Ingenieros, su gran amigo y protector y a veces su médico. Alfonsina se está reponiendo de la gran tensión nerviosa que la obligó a dejar momentáneamente su trabajo en la escuela, pero su cansancio no le impide disfrutar de la lectura de su «Nocturno», hecha por Giusti, en traducción al italiano de Folco Testena.

Hay mucho más para contar, pero esto es una muestra de su valía y de su fuerza de voluntad para afrontar una vida no demasiado fácil.

sábado, 20 de febrero de 2010

ALGUNAS INJUSTICIAS


Una opinión de Esther Tusquets, que comparto plenamente como tantas otras vivencias personales, y otras citas:

"Es indudable que el acceso a la lectura, que es la principal puerta de ingreso al mundo de la cultura, supuso un gran avance para la mujer, como para cualquier colectivo étnico o social en posición de desventaja y de dependencia. Le dio mayor confianza en su propio valer, la hizo más autónoma, la ayudó a pensar por sí misma, le abrió nuevos horizontes".

"No existe mayor fragata que un libro para llevarnos a tierras lejanas", dice Emily Dickinson.

La escritora francesa Laure Adler, especialista en la historia de las mujeres y del feminismo en los dos últimos siglos dice: "El libro puede llegar a ser más importante que la vida. El libro enseña a las mujeres que la verdadera vida no es aquella que les hacen vivir.... y no se resignan a cerrar el libro sin que algo haya cambiado en su propia vida".

viernes, 19 de febrero de 2010


EL 19 DE FEBRERO DE 1919 aparece el manifiesto ultraista en la revista Grecia, firmado por Gulliermo de Torre y Pedro Garfias, entre otros.

miércoles, 17 de febrero de 2010

EL 17 DE FEBRERO DE 1836 NACE GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER.

Algunos poemas breves:

Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso.

El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada.

El amor es un misterio. Todo en él son fenómenos a cual más inéxplicable; todo en él es ilógico, todo en él es vaguedad y absurdo.

La soledad es muy hermosa... cuando se tiene alguien a quien decírselo.

El que tiene imaginación, con qué facilidad saca de la nada un mundo.

¡Los suspiros son aire y van al aire!
¡Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer, cuando el amor se olvida
¿sabes tú adónde va?

El espectáculo de lo bello, en cualquier forma en que se presente, levanta la mente a nobles aspiraciones.

No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira: podrá no haber poetas pero siempre habrá poesía.

En el majestuoso conjunto de la creacion, nada hay que me conmueva tan hondamente, que acaricie mi espiritu y dé vuelo desusado a mi fantasia como la luz apacible y desmayada de la luna.

miércoles, 10 de febrero de 2010

ALGO

Se dio la vuelta en la cama y de una manera asombrosamente natural acurrucó su espalda contra el pecho de él, que la acogió como si lo hubiera estado haciendo durante los últimos años de su vida cada noche.
Con la misma naturalidad con la que unas horas antes él había cogido las manos de ella, y ésta las entrelazó en un gesto que sin saber por qué resultaba habitual, todo ello mientras veían divertidos un espectáculo de flamenco. Y de la misma manera llegó aquel primer beso suave pero firme que, no quedó en los labios de ella porque sin saber cómo la recorrió, y por primera vez en su vida no se planteó controlar aquella sensación, ni preguntarse si estaba bien o no. Sólo sentía que le conocía desde hacía mucho tiempo porque se veía envuelta en la atmósfera de él: el brillo de sus ojos, la sonrisa sincera, todo aquello a lo que ella ya había renunciado encontrar en un hombre; y todo lo recibió así naturalmente porque ya se había resignado, pero él conseguía esa credibilidad que producía magia entre los dos, porque no sabe cómo pero ahora años después, cuando ya por fin se ha resignado a vivir una vida estable, sin brillo en los ojos de ese otro, sigue viviendo aquella magia, que una noche fue real.
Un dramaturgo español dijo que los “sueños sueños son”, seguramente quería decir que son sueños porque es imposible cumplirlos; y así parece, pero ella sigue llevando en la piel que los sueños son sueños cuando logramos transformarlos en realidad, porque eso es lo real: cumplir los sueños, producir magia. Porque la magia existe.
Ella lo sabe bien porque convirtieron un encuentro en algo más hermoso que un simple encuentro.
Tres días antes ella había leído en una novela que el narrador decía: “Las habitaciones en las que la gente entra y sale constantemente no acumulan recuerdos.”
Por supuesto cuando lo leyó estuvo de acuerdo, últimamente había estado en tantos hoteles que ella percibió que era así. Ya no, porque ahora hay una habitación de hotel que guarda los recuerdos de dos personas que lograron vivir en ella un momento especial que, al menos a ella se le pegó para siempre en la piel, en su mente, en sus ojos. Ha olvidado casi todas las habitaciones de hotel, menos aquella en la que sus cuerpos se acoplaron con perfección. Fueron especiales los abrazos, los besos, las entregas de un cuerpo en el otro y de éste en aquél, desde luego fue hermoso y no lo quiere olvidar, pues los abrazos no eran de protección, algo que ella no necesita mucho, sino de acogida y refugio, que eso sí le gusta.
Aquella habitación no puede olvidar algo que se creó con magia, algo imposible de definir, pues era sólo la segunda vez que se veían.
Pero la primera vez ella sintió que algo había ocurrido porque esperó durante tiempo que él se pusiera en contacto con ella, aquellas noticias no llegaban, y cuando ya estaba convencida que no se producirían, llegaron y le gustó.
Porque los sueños, sueños son.

lunes, 8 de febrero de 2010


El 9 de febrero de 1978 Carmen Conde entra en la Real Academia de la Lengua Española, se convierte así, en la primera mujer que forma parte de esta institución.

La cita, sin duda, es importante pero tuvieron que pasar muchos años para que un hecho así tenga lugar, si tenemos en cuenta que las mujeres han escrito desde hace muchos siglos, y aún más sorprendente si como todo el mundo sabe la cultura es el lugar común y más grande donde caben todas las personas porque la cultura no entiende de diferencias impuestas por el ser humano. Todos y todas tenemos capacidad para acceder a la cultura, y así debería ser.

Carmen Conde Abellán (Cartagena, 15 de agosto de 1907 - Madrid, 8 de enero de 1996) fue una maestra, poeta y narradora española. En 1931 fundó, junto con Antonio Oliver Belmás, la primera Universidad Popular de Cartagena. Fue la primera académica de número de la Real Academia Española; pronunció su discurso de entrada en 1979.

A los siete años se trasladó con su familia a Melilla, donde vivió hasta 1920. Las memorias de esta época están recogidas en Empezando la vida. En 1923, aprobó unas oposiciones para Auxiliar de la Sala de Delineación de la Sociedad Española de Construcción Naval y comenzó a trabajar, iniciando su colaboración con la prensa local un año más tarde. A los 19 años comenzó a estudiar Magisterio en la Escuela Normal de Maestras de Murcia.

Un año después, en 1927, conoció al poeta Antonio Oliver Belmás y formalizaron sus relaciones. Ella publica en Ley: (entregas de capricho), y en 1928 en Obra en marcha: diario poético, las minoritarias revistas de Juan Ramón Jiménez. En 1929 escribe su primera obra, Brocal, termina sus estudios de Magisterio en la Escuela Normal de Albacete el año 1930. Un año más tarde, el 5 de diciembre de 1931 se casan para crear la primera Universidad Popular de Cartagena. En 1933, ambos fundan la revista Presencia, órgano de la Universidad Popular de Cartagena, institución que también cuenta con biblioteca de adultos, biblioteca infantil, cinema educativo, conferencias, excursiones, exposiciones de arte, etc., auxiliados por el Patronato de Misiones Pedagógicas. Carmen trabaja como maestra en la Escuela Nacional de Párvulos de El Retén.

En 1934 Carmen Conde publica Júbilos, prologado por Gabriela Mistral e ilustrado por Norah Borges. Trabaja como Inspectora-Celadora de Estudios del Orfanato de El Pardo, hasta que dimite en 1935. En este año, los esposos colaboran con periódicos nacionales, como El Sol, y también con publicaciones seriadas hispanoamericanas.

Al estallar la Guerra Civil, Oliver se une al ejército republicano al frente de la Emisora Radio Frente Popular n. 2. Carmen le sigue por varias ciudades de Andalucía, pero regresa a Cartagena para cuidar de su madre. El estallido de la Guerra hace que en julio de 1936, renunciaran al proyecto de acudir a la invitación de Gabriela Mistral (entonces Cónsul de Chile en Lisboa), antes de viajar a Francia y Bélgica, para estudiar las instituciones de cultura popular en aquellos países, para lo que Carmen había obtenido una pensión. También en la Facultad de Letras de Valencia sigue cursos y aprueba oposiciones a Bibliotecas, aunque no llega a ejercer. Al acabar la Guerra, Oliver vive recluido en Murcia en casa de su hermana; Carmen se instala en El Escorial en casa de unos amigos, los Alcázar. Para comunicarse con su marido se vale de su amigo José Ballester Nicolás, director de La Verdad y funcionario de Correos.

La década de 1940 fue literariamente muy productiva para ambos; ella utiliza como seudónimos Magdalena Noguera, Florentina del Mar y otros. Imparten cursos para extranjeros, pronuncian conferencias... En 1941, Carmen se instala en la calle Wellingtonia de Madrid, en un inmueble propiedad de Vicente Aleixandre, que reside en la planta baja. Desde 1944 a 1951, colabora en Radio Nacional de España. Por fin, el matrimonio puede reunirse en 1945, residiendo en la Pensión Valls de la madrileña calle Goya, junto con la madre de Carmen, hasta que en 1949 pasan a vivir en el que será el domicilio familiar, en la calle Ferraz. Ella se encarga de la asesoría literaria de la Editorial Alhambra, colabora en la Sección Bibliográfica del CSIC y en la Sección de Publicaciones de la Universidad Central de Madrid. Estos años publica algunas de sus obras poéticas más importantes: Ansia de la Gracia, Mujer sin Edén...

En el año 1956, el matrimonio gestiona la cesión al Ministerio de Educación Nacional del archivo de Rubén Darío, que estaba en poder de su última compañera, Francisca Sánchez.

El 28 de julio de 1968 muere Antonio Oliver, tres años más tarde Carmen promociona la edición de las obras completas de su marido. En el año 1978 es elegida académica de número de la Real Academia de la Lengua, ocupando el sillón "k",y el 28 de enero de 1979 pronuncia el discurso de ingreso en la Academia, Poesía ante el tiempo y la inmortalidad.

A partir de la año 1982 y a pesar de la continuidad en su labor creadora, comienzan a manifestársele los primeros síntomas de la enfermedad de Alzheimer. Aun así, no deja de conceder entrevistas, participar en programas de radio, etc. Incluso en 1987 recibe el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por Canciones de nana y desvelo.

En los últimos años de su vida entre 1992 y 1996, vive en una residencia en Majadahonda (Madrid). En septiembre de 1992 redacta su testamento legando al Ayuntamiento de Cartagena, su ciudad natal, la totalidad de su obra literaria y la de su marido. Los mandatarios de la escritora, en virtud del poder otorgado por la misma, formalizan un convenio que regula la donación de este legado cultural, cuyo texto definitivo se aprueba en 1994. Con la misión de velar por el buen funcionamiento y cumplimiento de los fines de la donación, así como el fomento de las personalidades de Carmen Conde y Antonio Oliver y sus obras, el Ayuntamiento de Cartagena se compromete en este Convenio a crear el Patronato Municipal Carmen Conde-Antonio Oliver, que se constituye en 1995; este mismo año se inaugura el Museo.

viernes, 5 de febrero de 2010


El 5 de febrero de 1931 se concede el Premio Nacional de Literatura a Mauricio Bacarisse.

Mauricio Bacarisse (Madrid, 1985-1931) fue un poeta, narrador, ensayista, traductor y colaborador en la prensa de la época.
Estudió en la capital de España y desempeñó la cátedra de filosofía en los institutos de Mahón, Lugo y Ávila. Su primer libro fue El esfuerzo (1917), todavía en la estela del Modernismo y de Juan Ramón Jiménez. El paraíso desdeñado (1928) y Mitos (1930) presentan ya formas y temas anclados en el ámbito de la poesía pura y experimentó el influjo del Ultraísmo. Fue incluido por Gerardo Diego en la segunda edición de su antología Poesía española contemporánea (1934). En 1989 se editó su Poesía completa. Su producción narrativa se reduce a Las tinieblas floridas (1927) y Los terribles amores de Agliberto y Celedonia (1931) (Premio Nacional de Literatura de 1930), obra de técnica y contenidos típicamente vanguardistas. Hoy tiene, sobre todo, valor de época.
Como traductor, citaremos Los poetas malditos y Antaño y ayer, ambas de Paul Verlaine, y Edipo, rey, de Sófocles (en colaboración con Luis Fernández Ardavín).

jueves, 4 de febrero de 2010

EL PENDIENTE


Las casas suenan de modo diferente cuando están habitadas que cuando están vacías, la mía ahora está vacía y no logro acostumbrarme a ese nuevo sonido porque ese nuevo sonido me recuerda siempre, inevitablemente mi nueva situación, no buscada, no deseada.
El eco de mis pisadas de ahora no me gusta, y me hace recordar, sobre todo añorar, constantemente otros momentos.
No dejo de pensar que todo podía haber sido de otra forma, que la búsqueda de la verdad no siempre es necesaria para ser más felices, o al menos no siempre sirve para que vivamos más tranquilos, que muchas veces en eso consiste la felicidad o buena parte de ella.
Me confirmó este pensamiento que ya rondaba en mi cabeza desde hacía tiempo el argumento de una película que vi por aquellos días en los que yo me debatía sobre si era mejor saber la verdad, o no, como yo tercamente siempre había mantenido.
En aquella película dos de los cuatro protagonistas aman a sus respectivas parejas pero se sienten atraídos por los componentes de la otra pareja. En una de las parejas todo va bien mientras la mujer disimula durante un año su engaño, cuando se lo cuenta a su marido todo se estropea. Nadie es capaz de ser feliz con la segunda pareja tampoco, en fin lo que quiero contar es que yo siempre he pensado que mientras todo vaya bien no hay por qué contarlo, aquella película pareció que confirmaba mis pensamientos, tan denostados por mis amigos.
Nunca he estado plenamente convencido de que si un miembro de la pareja se acuesta con otra persona sea realmente una infidelidad, si a la vez quiere y hace feliz a su pareja. Menos seguro he estado aún de que contarlo fuese beneficioso.
Por supuesto todos se escandalizaban al oírme esto, mis amigos me hacían guiños cómplices porque no tenían duda de que yo tenía mis aventuras extramatrimoniales, pero sobre todo porque era capaz de expresar aquella opinión delante de mi mujer, esto les parecía de una valentía inaudita.
Las amigas de mi mujer me miraban mal, muy mal.
Mi mujer sonreía.
Me extrañaba su actitud, no opinaba aunque era una persona que tenía opinión acerca de cualquier tema, sólo alguna vez comentaba que quizá era mejor decirlo, tampoco me defendía delante de los demás, dejaba que yo me las apañara, al final siempre me sentía mal, se estaban haciendo una idea acerca de mí que no era la exacta.
Siempre creí que la idea de decir la verdad era más una pose que una realidad, ahora estoy convencido.
Convencido o no, el hecho es que mi casa suena de una forma que no me gusta, bien podía sonar de distinta manera, quizá preferible a conocer la gran verdad.
Primero intenté ser fiel a mis principios, no preocuparme de lo que mi mujer hacía en su tiempo libre, la verdad es que había semanas en que nos veíamos poco, ella es auxiliar de clínica y trabaja a turnos en un hospital, así que cuando trabajaba de tarde o de noche el tiempo que pasábamos juntos era escaso. Sin embargo, esto no me preocupaba mucho pues aunque yo soy muy dependiente me sentía bien cuando estaba con ella y con eso me conformaba.
En realidad, estoy mintiendo porque la primera vez que empecé a preocuparme por saber dónde y cómo pasaba el tiempo que no estábamos juntos fue cuando una mañana, al despertarme, mi mano con absoluta inocencia encontró un pendiente entre las sábanas, lo cogí y cuando iba a ponérselo en la mesa de la cocina con una nota para que no lo tirara en un descuido, me di cuenta de que no se lo había visto antes.
Sólo fue un primer pensamiento porque al minuto me pareció que era una estupidez, pues no estaba seguro de que yo conociera todos sus pendientes.
Más tranquilo, me arreglé y me fui a trabajar, pero según pasaban las horas la imagen del pendiente empezó a obsesionarme, decidí una vez más que todo era una estupidez, lo tenía desde hacía tiempo y yo n o lo recordaba.
Acabó el trabajo a las seis de la tarde y ya estaba mucho más obsesionado que por la mañana, tropecé en el andamio y casi me caigo. Mi cabeza era un motor revolucionado al máximo y no pude ir a tomar la cerveza con mis amigos, sólo quería ver aquel pendiente puesto en la oreja de mi mujer y que me recordara en qué aniversario o cumpleaños se lo había regalado, o simplemente cuándo se lo había comprado ella misma.
Llegué a casa, saludé, no me contestó, oí el grifo de la ducha, así que no me había oído, por lo que pensé que era una buena oportunidad para ver los pendientes, siempre se quitaba las joyas cuando llegaba a casa.
Fui directo a la habitación, abrí el joyero y, estupefacto, comprobé que el pendiente no estaba, ni él ni su compañero.
Por un momento pensé que quizá no lo había reconocido, volví a mirar, afortunadamente Merche tenía la costumbre de ducharse y lavarse el pelo, acababa de encender el secador, así que tenía tiempo pero debía actuar con serenidad y rapidez, no
era fácil, y me fastidiaba esa faceta de detective, pero mi cabeza giraba y giraba y era mejor solucionar a estar dando vueltas y vueltas durante todo el día.
De pronto, una nueva sensación de que algo no iba bien me sobrecogió: el pendiente que yo había encontrado no tenía nada que ver con los que ella solía usar: tenía de oro y de bisutería pero siempre pequeños, el de la mañana era de plata: del cierre colgaba una barrita muy fina que terminaba en una forma ovalada en la que se dibujaban unos círculos de colores, uno morado y otro más claro malva.
Definitivamente, no, ese juego no estaba en el joyero, no era de Merche, yo no hubiera olvidado fácilmente unos pendientes así, tan diferentes de su estilo. Aquello me paralizó durante un buen rato, empecé a cambiarme de ropa y a disponerme yo mismo para la ducha, estos preparativos me tranquilizaron un poco y llegué a la conclusión de que se los había regalado otra persona, es decir: otro hombre, quiero ser sincero con el lector. Si esto no fuera así, y ella se los hubiera comprado por qué no me los iba a enseñar, por qué no decirme que se le habían antojado, no nos sobraba el dinero pero nos manejábamos bien, trabajábamos los dos y no teníamos hijos, ni intención de tenerlos; ya tenía de nuevo una batidora por cabeza, ¡qué tontería!. Los había comprado en esa semana y me lo iba a decir, seguro que salía de la ducha con ellos puestos, así que mejor dejar de pensar en tonterías, terminar de preparar mi ducha y...
En ese mínimo momento de felicidad íntima que estaba viviendo salió del baño:
-¡Hombre! Si estás en casa, no te he oído llegar.
-Ya, bueno... estoy un poco cansado...
-Se había ido a recoger el baño y ya no me oía, estaba guapa, con un chándal nuevo, ni rastro de los dichosos pendientes.
-Perdona, te he cortado, estabas diciendo algo cuando he vuelto al baño.
-No era importante, me voy a duchar.
Definitivamente había algo extraño en todo aquello, aquellos pendientes parecían no existir. Pero yo los había visto, estaba seguro. Aún más seguro de que Merche estaba ocultando algo, nada de algo por qué me engaño es una infidelidad y nada más, me decía mientras el agua reparadora caía sobre mi cuerpo.
Repasé mentalmente todo lo que había hablado, lo que había pensado durante aquellos años y se confirmaron nuevamente mis sospechas, era mejor no enterarse, ahora con este descubrimiento me encontraba nervioso, quería saber y no saber, preguntar y no preguntar, que ella me lo dijera o preguntárselo yo, no tenía ni idea de lo que quería, empezaba a conocer una sensación que no había experimentado nunca: los celos. Porque aquello que notaba tenían que ser celos, sin remedio, empecé a imaginar cómo se encontrarían, cómo harían el amor, además habían estado en nuestra cama; sentí una punzada.
Aquel malestar me confirmó que mejor si no hubiera descubierto nada.
Mientras me secaba el pelo, intenté pensar con la mayor claridad posible: decírselo o no, en que me lo confirmara y acabar con aquella zozobra. Inmediatamente pensé en qué ocurriría si me confesaba su aventura, parecía lógico pensar que si alguien se entera de una cosa así rompa con su pareja, pero yo no lo tenía tan claro, tampoco tenía claro que fuera a soportar la situación tan tranquilamente.
Quizá estaba cometiendo un error, sólo estaba valorando la situación desde mi punto de vista, pero y ¿ella?, si no había contado nada es porque no se encontraba mal en esta situación, además había otro detalle, había escondido el pendiente: no pensaba hablar de ello. Llegado a este punto, pensé en mi relación con Merche, nos llevábamos bien, apenas discutíamos, yo era feliz a su lado, entonces ¿por qué estropearlo?.
Así que me encontré en el punto de partida: no era necesario conocer que tu pareja te es infiel, cuando yo no lo sabía era feliz, si saberlo me iba a complicar la vida, lo mejor sería seguir como hasta ese momento.
Cuando salí del baño ya tenía decidido no darme por enterado y seguir con nuestra vida de la misma forma: no sé, no sufro.
Decidido, me acerqué hasta la cocina y la saludé como siempre, quiero decir que lo intenté porque ella notó algo y me preguntó inmediatamente si me pasaba algo, le contesté que no, que estaba muy cansado, había sido un día duro en la obra y así seguí hablando durante un buen rato tratando de disimular mi zozobra, mi angustia; parece que lo conseguí, fue difícil teniendo en cuenta que yo normalmente no era muy hablador, por eso también me callé lo que me daba seguridad ante Merche, pues así no era fácil que sospechara que me ocurría algo. La sobremesa siguió igual que siempre, a decir verdad casi igual que siempre, pues yo mismo me sorprendí al encontrarme observándola casi todo el tiempo, siempre de reojo; cada vez que me daba cuenta de esto intentaba llevar a cabo lo que me había propuesto, fue imposible.
Al día siguiente me levanté con un enorme dolor de cabeza, había dormido poco, no hacía más que pensar y pensar hasta que llegué a la conclusión, que lejos de tranquilizarme, me inquietó aún más: yo siempre preferí no saber, pero éste no era el caso porque yo sí sabía, no me lo había contado Merche pero yo sí sabía, al esconder el pendiente, ella ya había hecho su confesión, así que la situación había dado la vuelta, estaba en el caso de que el miembro engañado de la pareja sabe y había ocurrido lo que él mismo tantas veces pronosticó: era horrible, vivía mucho mejor hasta conocer la verdad.
Pasé todo el día haciendo cosas mal en el trabajo, apenas fui capaz de poner unos cuantos ladrillos bien a la primera, todo tenía que repetirlo dos veces, no me hizo gracia
ninguno de los chistes que contaron mis compañeros, estaba deseando que llegaran las seis de la tarde, quería estar solo, eso no era verdad del todo, en realidad con quien no quería estar era con mis compañeros, quería ir a casa pero si iba a casa estaba Merche y ahora verla era lo que menos me apetecía, cada vez tenía menos fuerzas para actuar con naturalidad, me venían a la cabeza imágenes de Merche en la cama con otro hombre, en nuestra cama, daba igual que fuera la nuestra u otra; era imposible, no podía tranquilizarme porque realmente no era igual: era nuestra cama, nuestros momento íntimos, dejaba este pensamiento también y entonces comenzaba a imaginarme que estaba con un médico o un auxiliar de enfermeros o un celador. Sus compañeras siempre contaban historias de esas, claro, y yo como un tonto escuchándolas, sin darme cuenta de que Merche callaba y nunca participaba de aquellos chismes, jamás había dado importancia a aquel silencio, ahora lo entendía; sin embargo, también me daba cuenta de que todo era una tontería, daba igual haber sospechado o no, el asunto era el que era; aún así prefería no haber sabido y vivir feliz con Merche, seguir con mi vida en aquella mi ignorancia.
En aquel torbellino de ideas, pensamientos, nervios, y zozobras viví, malviví, durante unos días, creo que fueron días, pues no tengo apenas noción de aquellos momentos, sólo tengo el horrible recuerdo de lo que posteriormente ocurrió.
Todo se precipitó porque a la semana siguiente mi mujer trabajaba en el turno de noche y yo era incapaz de dormir, me metía en la cama y me imaginaba lo contenta que ella estaría en el trabajo, ya que tenía la oportunidad de encontrarse con él, quienquiera que fuese, ya me daba igual, no podía dejar de imaginármelos, juntos, sonriéndose, aprovechando cualquier rincón del hospital porque por la noche todo está más tranquilo y ellos tendrían más oportunidades; daba vueltas y vueltas en la cama a la par que mis pensamientos corrían por mi mente e impedían mi sueño.
La tercera noche también la pasé totalmente despierto, mirando al techo, sin cerrar ni una sola vez los párpados, y ya no sabía si de verdad los había visto amarse en mi cama o sólo era mi imaginación. Diez minutos antes de que sonara el despertador lo apagué, era ridículo dejar que tocara cuando no lo necesitaba, estoy seguro de que fue el único movimiento que hice en toda la noche. Me levanté a la hora de costumbre, me arreglé y esperé a Merche sentado en una pequeña butaca que hay en nuestra habitación, a oscuras.
La vi entrar, dirigirse a la ventana, abrir la persiana y asustarse terriblemente cuando me vio allí sentado, no me inmuté, la dejé que se llevara la mano a la boca, que gritara, que se tambaleara y casi se cayera sobre la cama. Me gritó y aún así no me moví, esperé. Ya daba igual, tristemente el momento que yo no quería que llegara había llegado.
-Me gustaría que me enseñaras unos pendientes que nunca te pones cuando estás conmigo, y me dijeras cuándo te los regaló para hacerme una idea de cuánto tiempo llevas con él.
Lentamente se acercó a nuestro armario, hurgó en el cajón donde guarda sus pañuelos para el cuello sacó una cajita, la abrió y los vi, allí estaba el pendiente con su pareja.
-Marta me los regaló hace un año.
…Definitivamente no sé si me acostumbraré a este nuevo sonido.