domingo, 27 de junio de 2010


EL 27 DE JUNIO DE 1880, NACE HELEN KELLER, ESCRITORA, ACTIVISTA Y ORADORA ESTADOUNIDENSE.

Helen Keller nació en Tuscumbia, una pequeña ciudad rural de Alabama, Estados Unidos. Su sordoceguera fue causada por una fiebre en febrero de 1882 cuando tenía tan solo 19 meses de edad. Su incapacidad para comunicarse en tan temprana etapa de desarrollo fue muy traumática para ella y su familia, debido a esto, estuvo prácticamente incontrolable por un tiempo.

A pesar de sus discapacidades, muchos años después daría discursos acerca de su vida, e incluso escribiría libros sobre sus experiencias personales. Todo esto fue posible gracias a la gran ayuda e influencia de su institutriz Anne Sullivan, quien le enseñó a leer y comunicarse con los demás, junto con llevar una vida disciplinada.

Por un tiempo, Sullivan dio clases a Helen en una cabaña ubicada en la propiedad de la familia, para que se separara de sus protectores padres. Sullivan permitía que Helen tocara las cosas y entonces deletreaba, lo que el objeto era, en la mano de Helen. Así, Helen aprendió a leer.

Para que aprendiera a escribir, Sullivan le consiguió a su discípula un tablero especialmente diseñado, acanalado de modo que un lápiz podía formar letras.

Para enseñarle a hablar, Sullivan ponía la mano de Helen en su garganta para que pudiera sentir las vibraciones creadas al comunicarse. Sullivan hacía que Helen tratara de formar estas mismas vibraciones. Este procedimiento se utilizó para enseñarle a Helen a hablar desde joven.

Su discurso, sin embargo, seguía siendo confuso. No fue hasta años después que, con la ayuda de la técnica de un profesor de voz y el apoyo de Annie, Helen pudo finalmente hablar de manera clara.

Eventualmente Helen Keller fue a la Universidad de Radcliffe y se graduó con honores. Publicó su primer libro en 1902, "La Historia de Mi Vida", el mismo que fue redactado por John Macy.

Hay una calle dedicada a ella en la localidad española de Getafe y una escuela para ciegos lleva su nombre en Santiago de Chile. En Corrientes, Argentina, una escuela para sordos fue fundada con su nombre. En Córdoba, también Argentina, hay un colegio para ciegos que lleva su nombre. De igual forma en Caracas, Venezuela un colegio para niños con deficiencias auditivas lleva su nombre.

Hija del capitán Arturo Henley Keller y Kate Adams Keller, Helen nació con la vista y la audición completas. Hoy en día la naturaleza de su enfermedad sigue siendo un misterio. Los doctores en su tiempo la llamaron "fiebre del cerebro", mientras que los médicos de hoy piensan que pudo haber sido escarlatina o meningitis.

Cualquiera que haya sido la enfermedad, por muchos días lo único que se esperaba es que Helen muriera. Cuando la fiebre bajó, la familia de Helen se puso feliz creyendo que su hija iba a estar bien otra vez. Sin embargo, la madre de Helen pronto notó que su hija no podía responder cuando sonaba la campana de cena, o cuando ella pasaba su mano delante de los ojos de su hija. Llegó así a ser evidente que la enfermedad de Helen la había dejado ciega y sorda.

Los siguientes años fueron muy difíciles para Helen y su familia. Helen se hizo una niña muy difícil, aventaba los platos y lámparas y aterrorizaba la casa entera con rabietas, gritos y su mal genio. Los parientes la miraban como un monstruo.

Pero su familia - y ella misma - no se resignan con ese destino, y lo fueron superando a fuerza de voluntad y constancia, y gracias también a tutores y amigos que la ayudaron; entre ellos, Anne Sullivan.
Anne Sullivan fue su profesora personal, y amiga de toda la vida. Anne le ayudó primero a controlar su mal genio, y después le enseñó a leer, en primer lugar con el alfabeto manual táctil y más adelante, con el sistema Braille, a escribir de forma normal y a través de las máquinas de escribir en Braille.

Helen fue a la escuela de Cambridge para señoritas desde 1896 y en el otoño de 1900 entró en la Universidad de Radcliffe, siendo la primera persona sordociega que podía alcanzar el reto de presentarse y transitar en una Universidad.

La vida en Radcliffe era muy difícil para Helen y Anne, y la cantidad enorme de trabajo condujo al deterioro de la visión de Anne. Durante su tiempo en la universidad Helen comenzó a escribir sobre su vida. Ella escribía la historia en Braille y en una máquina de escribir normal. Fue en este tiempo que Helen y Anne resolvieron con Juan Albert Macy que él debía ayudar a corregir el primer libro de Helen ("La historia de mi vida"), el cual fue publicado en 1903 y aunque al principio no fuese exitoso en ventas, se convirtió más adelante en una obra clásica.

El 28 de junio de 1904 Helen se graduó "Con Honores" de la Universidad de Radcliffe, siendo la primera persona sordociega en obtener un título universitario. Ese mismo año en la exposición de San Luis habla por primera vez en público.

Helen y Anne iniciaron en los años siguientes una gira de charlas y conferencias sobre sus experiencias. Helen contaba su vida y su discurso era interpretado frase a frase por Anne Sullivan, lo que siempre generaba sesiones de preguntas y respuestas acerca de sus historias. A causa de sus viajes, Helen y Anne buscaron una nueva forma de vivir a través de sus conferencias y la venta de sus obras literarias.

En 1918 la demanda de sus obras había disminuido, pero ellas seguían viajando con más interés, mostrando las cosas increíbles de Helen, como la primera vez que entendió el significado de la palabra "agua". Ese año Helen, Anne y John (Esposo de Anne), se trasladaron a Forest Hills en Nueva York. Helen usaba su nueva casa como la sede para consecución de fondos de la Fundación Americana para Ciegos. Ella no solo recolectaba dinero, también hacía campañas para mejorar la calidad de vida y las condiciones de las personas ciegas, quienes eran rechazados y erróneamente educados en asilos. Su insistencia fue uno de los factores importantes para que las condiciones de éstos cambiaran.

En 1957 fue presentada por primera vez "La trabajadora milagrosa" un drama donde Anne Sullivan muestra sus primeras formas de comunicación cuando Helen era una niña, fue la primera aparición en televisión en los Estados Unidos. En 1959 esta obra fue presentada en Broadway y llegó a ser un éxito por casi dos años. En 1962 se realizó otra película en donde las actrices que hacían el papel de Anne y Helen recibieron premios Oscar por sus actuaciones.

En octubre de 1961 Helen sufrió el primero de una serie de accidentes cerebro vascular, y su vida pública se fue cerrando. En los últimos años de su vida se dedicaría entonces a cuidar su casa en Arcan Ridge.

En 1964, Helen fue galardonada con la Medalla Presidencial de la Amistad, el más alto premio para personas civiles otorgada por el presidente Lyndon Johnson. Un año más tarde fue elegida como La mujer del “Salón de la Fama” en la Feria Mundial de Nueva York.

Poco antes de su muerte en 1968, a la edad de 87 años, Helen Keller le dice a un amigo: "En estos oscuros y silenciosos años, Dios ha estado utilizando mi vida para un propósito que no conozco, pero un día lo entenderé y entonces estaré satisfecha."

El primero de junio de 1968, en Arcan Ridge, Helen Keller muere mientras dormía. Su cuerpo fue cremado en Bridgeport, Connecticut, y su funeral se realizó en la Catedral Nacional de Washington DC. La urna más tarde sería llevada a un lugar cerca de donde descansaban los restos también de Anne Sullivan y Polly Thomson.

domingo, 13 de junio de 2010


AURORA TEMPRANO


Hace dos días subí al desván de la casa de mis padres y entre otros objetos encontré los abanicos de paja que hacía Aurora Temprano. Eran unos abanicos realizados con paja y cosidos con hilos de colores, en los que pegaba una fotografía sacada de las revistas del corazón de sus toreros favoritos.
Aunque los tenía en la mano me pregunté si Aurora Temprano había existido de verdad y aquel momento real e irreal a la vez, me recordó otro de hacía muchos años en que tuve la misma sensación. Aquella tarde nos llevó mi madre a mis primas y a mí a su casa para que conociéramos cómo se hacía el encaje de bolillos. Recuerdo que viví aquella visita con mucha excitación por la curiosidad que aquella extraña mujer despertaba en mí.
Aurora Temprano vivía en una calle muy cercana a la casa de mis abuelos, era alta, delgada y mayor. Era mayor, pero no tenía el aspecto de otras mujeres de su edad. Andaba muy erguida y llevaba el pelo, canoso, recogido en un moño alto, que con su cara de cera a mí me recordaba las aristócratas venidas a menos.
Al atardecer iba al caño por agua con un cántaro, hablaba sola y siempre nos saludaba, pero recuerdo especialmente el primer día que la vi fumando. Era una tarde de julio, yo estaba jugando con mis primas como casi todos los días, cuando la vi venir de frente con pantalones negros y una blusa color beige, paré mi juego, y una vez más la observé, como hacía siempre que nadie me veía, y tampoco ella claro está, pues había oído por el pueblo que estaba algo trastornada. Pero aquel día iba maquillada, igual que la vería muchas veces después. Las uñas pintadas de color granate, reloj de pulsera en la muñeca izquierda y fumando. Aquél sí que fue un descubrimiento. Aurora Temprano iba a buscar agua preparada de la misma manera que iría si tuviera una cita, y además fumaba. Si hasta ese momento me producía curiosidad, ahora ya era interés por conocer con todo detalle su existencia. De manera que al pasar cerca de su casa procuraba escuchar lo que ella hablaba. A veces se le oía conversar en voz muy baja y otras daba gritos, gritaba como si riñera con alguien, pero casi nunca le entendía nada, así que mi curiosidad se acrecentaba. Me fijaba si iba maquillada o si llevaba las uñas pintadas (casi siempre iba así), y también con aquel pantalón negro que contrastaba con la blancura de cera de su piel, la nariz y los ojos le sobresalían de forma que su cara recordaba un camafeo.
Un día, por fin le dije a mi madre que Aurora Temprano fumaba, ella se sonrió e hizo un gesto con los ojos que decía: “Ya sabes...”, y a la vez no queriendo explicar nada, comprobé una vez más que era un tema acerca del que no se podía hablar, así que me resigné a investigar por mi cuenta todo lo que pudiera. Empecé a observarla detalladamente, escuchar cuando pasaba cerca de su casa, y estar muy atenta si alguna vez hablaban de ella mis tías y mi abuela, mientras cosían en esa hora pesada en la que Castilla duerme bajo la vigilancia de un sol abrasador. Y mientras los hombres sesteaban, las niñas jugábamos y las madres cosían bajo un porche en el corral de mi abuela, lugar bautizado por mí como oasis, concepto que aprendí ese año en el colegio y que me recordó aquella parte de la casa familiar por ser la única que nos ayudaba a huir de la agotadora lucha con el calor, era el momento del día en el que mis tías, mi madre y mi abuela hablaban de todo un poco, y aquí empezaba mi hazaña, que consistía sobre todo en seguir el juego con mis primas y no perder una sílaba de la conversación de aquéllas. De esta manera conseguí saber algún detalle más acerca de mi investigada; así supe que era una mujer de sesenta y tres o sesenta y cuatro años, que siempre se la llamaba en el pueblo Aurora Temprano, esto a mí me parecía muy importante, pues llamar a alguien con el nombre y el apellido cada vez que se la nombraba me daba la impresión de que era una persona de cierta categoría, como los escritores o los reyes que yo estudiaba en los libros de texto. También supe que el padre de Aurora Temprano fue el médico del pueblo, una persona rara, de carácter difícil, malhumorado siempre, despótico con los pacientes y con su familia. Todo le parecía mal y si un paciente consultaba a otro médico para mayor seguridad, se enfadaba y no volvía a atenderle. Aurora Temprano era soltera y desde que murieron sus padres vivía en aquella casa alquilada, sus únicos recursos para sobrevivir consistían en una exigua pensión que cobraba del Estado por ser huérfana, concepto éste que yo no entendía muy bien ya que me parecía muy mayor para serlo, asociaba yo la orfandad a niños pequeños, y me daba mucha pena que sólo tuviera aquellos recursos, ya que en realidad vivía pobremente. Sin embargo, todo esto lo olvidé aquella tarde en que me envolvió la misma irrealidad que he sentido ahora treinta años después al ver los objetos hechos por ella. Sentí flotar mi cuerpo y mi mente en aquella atmósfera extraña en la que había fotografías de toreros adornando las pulcras paredes encaladas de blanco de la casa, y sentí el mismo frío que regala el adobe de las casas castellanas en los meses en los que el calor se instala como una carga sobre todo en nuestra mente. La sala donde estuvimos buena parte de aquella emocionante tarde (emocionante para mí, no recuerdo que las demás la vivieran como yo, creo que mis primas y mi madre eran los únicos seres instalados en la realidad de aquel momento, y Aurora Temprano y yo, junto con los toreros que nos sonreían desde las paredes formábamos el conjunto irreal de la escena), se vestía de blanco y se calzaba con baldosas enceradas de color granate ofreciéndosenos elegante y austera contrastando ostentosamente con el aire de fiesta que ofrecían los trajes de oro y plata que lucían los toreros. Había variedad de fotografías en las paredes, unos toreros aparecían en plena faena, otros posando, también había fotografías en las que se apreciaban plazas de toros, claveles, banderillas, caballos de rejoneo. Allí estaban el Cordobés, el Viti y tantos otros de los que no puedo recordar el nombre. Ella hablaba con ellos, y de ellos con nosotras mientras nos enseñaba cómo se hacía el encaje de bolillos, nos contaba anécdotas vividas con sus toreros favoritos, incluso que el Cordobés estuvo enamorado de ella, pero ella le había rechazado. A pesar de ello, el torero venía de vez en cuando a verla, tomaban café, charlaban y después él se iba, hacía tan sólo dos días había recibido carta suya.
Mientras nos contaba que se carteaba con varios toreros más, yo veía reinar la locura plácidamente instalada en su encaje de bolillos, en los abanicos de paja, en los toreros, en ella, no en mi madre, sí en la pared, no en mis primas, pero sí en mí; me fascinó entrar en su realidad desde nuestra irrealidad. Yo sólo la veía a ella como en un escenario, el resto de las luces apagado, ella y yo, viviendo ese instante real e irreal.
Cuando salimos de su casa saboreé para mí sola el momento vivido, guardé el abanico de paja, y atesoré en mi mente la tarde transcurrida, hasta hoy en que he vuelto a recordar el resto de la historia de Aurora Temprano.
Supe a través de mis escuchas infantiles que su padre de carácter difícil no las trataba bien a ella, a su hermana y a su madre, y que nunca perdonó a la vida que su hija mayor muriera al terminar la carrera de Magisterio. Así fue, Consuelo Temprano de carácter fuerte y brillante inteligencia terminó la carrera a los veinte años en junio, y en septiembre, después de una misteriosa enfermedad, murió dejando sumida a la familia en un estado adormecido del que nunca más se recuperaría. Volvieron del entierro en un soleado día de septiembre y el padre malhumorado como siempre, dijo las últimas palabras que cruzó con su mujer y su hija hasta el día de su muerte.
Había decidido que Aurora no entrara en la Escuela de Magisterio ese año como estaba previsto, para no gastar tiempo y dinero sin ningún beneficio como había ocurrido con Consuelo. Así dijo, cerró la puerta de la habitación que le servía de consulta y no salió hasta la hora de cenar, así vivió hasta que murió diez años después. Se levantaba temprano, desayunaba, se metía en la consulta, atendía a los pacientes, comía en la cocina solo, volvía a la consulta, cenaba y se metía en la cama, así día tras día durante diez años.
A la desgracia vivida por la familia consiguió añadir la tristeza, la soledad y el malhumor por toda la casa. Hasta que un día de septiembre, dos años después de la muerte de Consuelo, murió su madre hastiada de tanto malhumor, tristeza, soledad y rabia contenida. Así que Aurora Temprano siguió viviendo entre aquellas sombras y cargando con una culpa que nunca tuvo. Cargó siempre con el capricho de la muerte que eligió a Consuelo tan desacertadamente, y este capricho le truncó la vida para siempre, y ella que sí hubiera podido enseñar a generaciones de niños en la escuela de aquel mismo pueblo, se vio reducida por otro capricho, esta vez de su padre, a una mísera existencia en la que sólo la locura la salvó del mal humor, la tristeza y la soledad.
Repasados estos recuerdos, bajé del desván y vi que mi madre tenía preparados dos claveles cruzados en forma de banderilla, no le pregunté nada ya que supuse que eran para la tumba de mi abuelo, era el día de Todos los Santos e íbamos al cementerio. Pero después de visitar a mi abuelo, se dirigió a la tumba de Aurora Temprano y depositó en ella el extraño ramo. Al lado habían dejado otro exactamente igual con un sobre dirigido a nombre de Aurora Temprano, y debajo del nombre decía: “De parte de tu amor imposible”, y vimos cómo en ese momento salía del cementerio un hombre vestido con un traje de luces.

domingo, 6 de junio de 2010


EL 6 DE JUNIO DE 1799 NACE ALEKSANDR PUSHKIN, POETA RUSO.

Fue un poeta, dramaturgo y novelista ruso, fundador de la literatura rusa moderna.

Fue pionero en el uso de la lengua vernácula en sus obras, creando un estilo narrativo —mezcla de drama, romance y sátira— que fue desde entonces asociado a la literatura rusa e influyó notablemente en posteriores figuras literarias como Gógol, Dostoyevski, Tolstói y Tiútchev, así como en los compositores rusos Chaikovski y Músorgski.
La influencia de Byron es percibida según algunos críticos literarios en la poesía de Pushkin: El prisionero del Cáucaso (1821), en el que se describen las costumbres guerreras de los circasianos. La fuente de Bajchisarái (1822) que traduce la atmósfera del harén y evocaciones de Crimea, y Los zíngaros (1824). Asimismo Gavriliada (1821), poema blasfemo, que refleja los ideales de Voltaire. De 1824 a 1826 fue confinado en Mijáilovskoye, en una de sus propiedades, lo que le permitió terminar su obra Yevgeni Onegin (1823 – 1830), escribir su tragedia: Borís Godunov (1824 – 1825), y componer los "cuentos en verso" irónicos y realistas.

sábado, 5 de junio de 2010


EL 5 DE JUNIO DE 1949 NACE KEN FOLLET, ESCRITOR BRITÁNICO.

Aunque no soy partidaria de los best sellers, sin embargo, Los pilares de la tierra es de los libros que yo recomendaría, dentro de este estilo es bueno.

Dejando aparte dos trabajos competentes pero poco distinguidos, El Escándalo Modigliani y Papel Moneda, la carrera literaria de Follett ha pasado por distintas fases. La primera, y más distinguida fase comprende La Isla de las Tormentas y los cinco libros (cuatro libros de ficción y otro de no ficción) que le siguieron. Todas eran variaciones del suspense de espionaje clásico, dos agentes audaces y con recursos contra un enemigo numeroso y bien equipado. Los escenarios son tanto cronológica como geográficamente diversos, desde la Europa de la Primera Guerra Mundial en El hombre de San Petersburgo al (entonces) presente Irán y Afganistán en Las Alas del Águila y El Valle de los Leones. Como en los primeros trabajos de Frederick Forsyth, otro periodista convertido en novelista, las primeras obras de suspense de Follett ponen mucha atención en cómo son hechas las cosas. La Clave está en Rebeca, por ejemplo gira sobre los trabajos de un tipo particular de códigos secretos, y los transmisores de radio clandestinos desempeñan un papel principal en La Isla de las Tormentas. Los 6 libros--incluyendo Las Alas del Águila, la historia no ficticia de un intento con éxito de rescatar a dos empleados Americanos de la compañía de Ross Perot, EDS, de Irán después de la Revolución Iraní--siguen las convenciones básicas del género suspense. Los 6 libros, sin embargo, usan estas convenciones de maneras poco convencionales: haciendo al "héroe" de La Isla de las Tormentas un agente alemán, por ejemplo.

La segunda fase de la carrera de Follett fue una salida consciente de la primera: una serie de cuatro novelas históricas escritas en los finales de la década de los 80 y principios de los 90. Los Pilares de la Tierra, la primera de las cuatro, impuso el patrón a las tres que le siguieron. En oposición con las primeras obras de suspense de Follett, figuró un gran reparto, múltiples líneas argumentales, ocasionales explosiones de violencia, y un uso extensivo de trasfondo histórico. Los Pilares de la Tierra, situado en en la Inglaterra medieval, sigue la construcción de una catedral. Noche sobre las Aguas fue un relato al estilo de Grand Hotel que se escenificaba dentro de un hidroavión trasantlántico volando desde una ciudad costera de Gran Bretaña a Nueva York en la víspera de la Segunda Guerra Mundial. Una Fortuna Peligrosa giraba sobre una intriga familiar y de negocios en una gran familia de financieros en la era Victoriana de Londres, y Un Lugar Llamado Libertad tenía lugar en las colonias Británicas en Norteamérica sobre las fechas de la Revolución Americana.

Follett cambió sus engranajes literarios una tercera vez a finales de los 90, con un par de libros situados firmemente en el presente y usando la alta tecnología como mecanismo argumental. En la Boca del Dragón se enfocaba en el uso potencial de terremotos como arma terrorista, y El Tercer Gemelo en los aspectos más oscuros de la biotecnología. Las dos novelas--aparentemente un intento de minar la misma vena de ficción que Michael Crichton-- fueron relativamente poco exitosas. La crítica, así como muchos de sus lectores, encontraron superficiales a los personajes y el esfuerzo por suspender la incredulidad demasiado grande.

Follett volvió al suspense convencional de baja tecnología en Doble juego, una historia de espionaje involucrando agentes soviéticos y americanos en la víspera del lanzamiento de los primeros satélites.

A menos que se produzca otro cambio radical en su producción literaria, la reputación de Follett probablemente descansará en sus primeras obras de suspense (especialmente en La Isla de las Tormentas y La clave está en Rebeca) y en Los Pilares de la Tierra, que él mismo ha reconocido como su mejor trabajo hasta ahora.

Su última novela es Un mundo sin fin, secuela de Los Pilares de la Tierra publicada en octubre de 2007 en inglés y en su versión española el 28 de diciembre de 2007.

El escritor galés Ken Follett presentó en Vitoria su libro ‘Un mundo sin fin’, la continuación de ‘Los pilares de la tierra’. Cinco años de intensa relación con la Fundación Catedral Santa María, templo cuya reconstrucción ha servido de inspiración al autor para esta novela, le proporcionaron importante documentación sobre el proyecto.

Gracias a ello y a la decisión de Follett de incluir en él una fotografía suya tomada en el coro, la "Catedral Vieja" de Vitoria llegará a millones de lectores. En la promoción de su libro utiliza una serie de instantáneas realizadas en sus visitas a Vitoria ; y en el apartado de agradecimientos el autor reconoce la inspiración que el templo le ha proporcionado, así como toda la ayuda prestada por la Fundación.

Además de presentar el libro y reunirse con sus lectores, Follett inauguró la estatua que representa al escritor a tamaño natural, obra de Casto Solano, que se ha colocado en la plaza de la Brullería en reconocimiento a la difusión que está realizando del templo vitoriano. La pieza, que estará situada en la parte alta de la plaza, se convertirá en un atractivo en sí mismo y encarnará perfectamente la relación de Follett con la Catedral

En su última visita a la Catedral de Santa María de Vitoria-Gasteiz, el 9 de enero de 2008, ha declarado que habrá una tercera parte de dicha saga.

viernes, 4 de junio de 2010


El retrato en sepia de los maestros y de las maestras que agitaron las conciencias infantiles y adolescentes en los años escolares constituye uno de los tópicos literarios en el que encontramos desde el elogio y la alabanza de la tarea del magisterio hasta el rencor y la crítica amarga. La memoria literaria de los maestros y de las maestras oscila, como en un péndulo, de un lado a otro, de la gratitud y el enamoramiento al desprecio y el ajuste de cuentas, de las ilusiones pedagógicas al desencanto y a la amargura docentes.

El escritor catalán Joseph María de Sagarra evoca, por ejemplo, la figura inolvidable de su primer maestro, un integrista católico “ A la moderna”, flaco y atildado, de largo y poblado bigote, fumador empedernido de tabaco de picadura y ataviado a la parisien, con chaqué y pajarita en el cuello, cuyos métodos pedagógicos relata en estas líneas:

“El integrista den José era un maestro a la moderna en su indumentaria, tan diferente de la de los maestros de casquete de las caricaturas del siglo XIX. Era también moderno en el trato que nos daba: allí no existía el castigo corporal. Todas las libertades que se tomaba con nosotros era enviarnos al rincón. Algunos, una vez en el rincón, parecían hallarse en su elemento y otros se ponían a llorar. Si la llantina era insistente, el castigo se acababa pronto. Con los relapsos y díscolos de verdad, además del rincón usaba el “póngase de rodillas”, pero nunca sobre el suelo pelado. Este suplicio se cumplía sobre el banco donde nos sentábamos, que no dejaba de tener sus inconvenientes, porque era bastante duro y acababa produciendo un auténtico dolor en las rodillas. Otro castigo era ser echado de clase e ir a cazar moscas al comedor o a la galería de la casa. Fuera de esto, toda la ferocidad de don José era agua de borrajas.
La etiqueta del colegio, a la llegada y a la salida, era la siguiente: el alumno se cuadraba y tendía la mano derecha a don José, que la estrechaba con corrección; entonces se inclinaba, plantaba todo su bigote en nuestra mejilla y nos daba un beso paternal. Era el argumento para poder apreciar de una manera bastante directa el tufillo de picadura de dieciocho céntimos.”

Comentario de Carlos Lomas