miércoles, 10 de febrero de 2010

ALGO

Se dio la vuelta en la cama y de una manera asombrosamente natural acurrucó su espalda contra el pecho de él, que la acogió como si lo hubiera estado haciendo durante los últimos años de su vida cada noche.
Con la misma naturalidad con la que unas horas antes él había cogido las manos de ella, y ésta las entrelazó en un gesto que sin saber por qué resultaba habitual, todo ello mientras veían divertidos un espectáculo de flamenco. Y de la misma manera llegó aquel primer beso suave pero firme que, no quedó en los labios de ella porque sin saber cómo la recorrió, y por primera vez en su vida no se planteó controlar aquella sensación, ni preguntarse si estaba bien o no. Sólo sentía que le conocía desde hacía mucho tiempo porque se veía envuelta en la atmósfera de él: el brillo de sus ojos, la sonrisa sincera, todo aquello a lo que ella ya había renunciado encontrar en un hombre; y todo lo recibió así naturalmente porque ya se había resignado, pero él conseguía esa credibilidad que producía magia entre los dos, porque no sabe cómo pero ahora años después, cuando ya por fin se ha resignado a vivir una vida estable, sin brillo en los ojos de ese otro, sigue viviendo aquella magia, que una noche fue real.
Un dramaturgo español dijo que los “sueños sueños son”, seguramente quería decir que son sueños porque es imposible cumplirlos; y así parece, pero ella sigue llevando en la piel que los sueños son sueños cuando logramos transformarlos en realidad, porque eso es lo real: cumplir los sueños, producir magia. Porque la magia existe.
Ella lo sabe bien porque convirtieron un encuentro en algo más hermoso que un simple encuentro.
Tres días antes ella había leído en una novela que el narrador decía: “Las habitaciones en las que la gente entra y sale constantemente no acumulan recuerdos.”
Por supuesto cuando lo leyó estuvo de acuerdo, últimamente había estado en tantos hoteles que ella percibió que era así. Ya no, porque ahora hay una habitación de hotel que guarda los recuerdos de dos personas que lograron vivir en ella un momento especial que, al menos a ella se le pegó para siempre en la piel, en su mente, en sus ojos. Ha olvidado casi todas las habitaciones de hotel, menos aquella en la que sus cuerpos se acoplaron con perfección. Fueron especiales los abrazos, los besos, las entregas de un cuerpo en el otro y de éste en aquél, desde luego fue hermoso y no lo quiere olvidar, pues los abrazos no eran de protección, algo que ella no necesita mucho, sino de acogida y refugio, que eso sí le gusta.
Aquella habitación no puede olvidar algo que se creó con magia, algo imposible de definir, pues era sólo la segunda vez que se veían.
Pero la primera vez ella sintió que algo había ocurrido porque esperó durante tiempo que él se pusiera en contacto con ella, aquellas noticias no llegaban, y cuando ya estaba convencida que no se producirían, llegaron y le gustó.
Porque los sueños, sueños son.

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