viernes, 19 de marzo de 2010


Comentario de Esther Tusquets, muy interesante:
...Sea o no cierto que las mujeres que se dedican a la escritura viven de forma especialmente peligrosa, fue en ese campo donde pudieron hacerse antes un lugar, y donde han tenido mayores posibilidades. Aunque Virginia Wolf se lamente con razón de que las mujeres escritoras carezcan de "una habitación propia" (título de uno de sus libros), de medios económicos independientes, de haber pasado por la universidad, o de lo limitado de unas experiencias que las constriñen a la novela psicológica y la novela de costumbres (difícilmente podría una mujer haber escrito ), estos elementos son desde luego favorables e importantes, pero no "imprescindibles". Para escribir no se requiere un título académico, ni otro dinero que el necesario para adquirir papel y tinta, y ni si quiera un lugar especial de trabajo o un tiempo a salvo de interrupciones.
Hay todavía algo más, que debió de tener en el siglo XIX una importancia primordial: la escritura puede practicarse en secreto y ampararse en un pseudónimo, que será siempre, claro, masculino.
Cuenta uno de sus sobrinos que Jane Austen, que escribió la mayor parte de sus obras en la sala de estar, sujeta a todo tipo de interrupciones, "tuvo siempre buen cuidado de que no sospecharan sus actividades los criados, ni las visitas, ni nadie ajeno a su círculo familiar". Jane Austen se alegraba de que chirriara el gozne de la puerta para esconder su manuscrito antes de que entrara nadie.
Como vemos, en el siglo XIX escribir era una profesión considerada impropia de la mujer, una transgresión a las normas, algo de lo cual, lejos de envanecerse, había que avergonzarse, y que hacía la vida más difícil y le añadía un suplemento de riesgo. Las novelistas del siglo XIX no escribían con ánimos de triunfar ni de hacerse famosas: escribían por la misma razón que los escritores de cualquier sexo y de cualquier época: porque no pueden dejar de hacerlo.

2 comentarios:

  1. Copio de la página 42 unas líneas del libro que estoy leyendo, Mal de piedras de Milena Agus: Ella nunca había tenido un escritorio, y para escribir nunca había podido sentarse a una mesa, porque siempre lo hacía a escondidas, con el cuaderno sobre el regazo, y en cuanto oía acercarse a alguien, lo ocultaba.
    Páginas antes, la madre la había golpeado mientras gritaba y maldecía el día en que la habían mandado a primer grado y había aprendido a escribir.

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  2. Claro porque la gente que aprende es peligrosa, mejor se domina si se sabe menos, y si es mujer... ¡Qué bueno! no me acordaba de ese párrafo.
    Gracias por la cita.

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