domingo, 9 de enero de 2011

Comentario de Esther Tusquets

A lo largo del siglo XX aumenta sin cesar el número de mujeres que escriben, y la profesión deja de considerarse impropia de nuestro sexo.Creo que en ningún otro campo estamos tan cerca de alcanzar la paridad con el varón. Hay muchas mujeres escritoras, algunas muy famosas, y algunas consiguen espectaculares éxitos de venta, e incluso de critica. El hecho de ser mujer no constituye un obstáculo para encontrar editor, y ninguna autora se avergüenza de haber escrito una buena novela o un buen poemario. En España contamos, entre otras, con novelistas tan excelentes como Rosa Chacel, Ana María Matute o Carmen Martín Gaite.
¿Sigue viviendo, sin embargo, peligrosamente la mujer escritora? Reconoce el propio Bolmann que, si una alemanan o una americana decide hoy ser escritora independiente, vive peligrosamente, pero esta peligrosidad consiste en un problema de subsistencia y de una experiencia que podríamos llamar el abismo existencial de la escritura, mientras que, por el contrario, cuando una iraní o una paquistaní decide escribir, pone en peligro su cuerpo, su alma y su vida.
Ahora bien, es cierto que muchas escritoras europeas han conseguido fama, dinero y prestigio, pero esto no permite hablar todavía de igualdad. Como en muchas otras profesiones, las mujeres han invadido el campo, ocupan un lugar, un enorme lugar en los espacios medios, pero no alcanzan, en un mundo regido por hombres, los puestos más altos. Para comprobarlo, basta echar una ojeada a la lista de los premios Nobel, o al número de mujeres que figuran en la Academia Francesa o en nuestra Real Academia de la Lengua. A nivel oficial apenas existimos.

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